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Ecológico, biológico y orgánico: sutiles diferencias.

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Agricultura ecológica Aunque de cara a la legislación española los productos ecológicos, bio, biológicos y orgánicos son sinónimos, existen sutiles diferencias que los convierten en productos distintos. No hay que dejar de considerar que las leyes españolas tratan únicamente de la agricultura.

La esencia de estos términos se resume en que son una referencia a su origen natural y libre de tratamientos químicos. Su elaboración se rige por una serie de técnicas que cuidan tanto la salud de los productores como la de los consumidores, además del medio ambiente.

Son un saludable retorno a la tradición.

Ecológico, biológico (o bio) y orgánico divergen en sutiles aspectos como los que a continuación se presentan.

‘Ecológico’ es el término más utilizado y más conocido, junto con ‘eco’. Lo etiquetado bajo este concepto enfatiza que el producto procede de un sistema y de una serie de técnicas respetuosas con el medio ambiente

‘Biológico’ y su prefijo ‘bio’ subraya que se trata de un producto sin alteraciones genéticas.

‘Orgánico’, por su parte, remarca que en su producción no se ha hecho uso ni de transgénicos ni de pesticidas.

Vistas estas diferencias, es lógico el primero pueda aplicarse a casi cualquier tipo de producto, mientras que los dos últimos se centran en el campo de la alimentación, por lo que esta distinción puede ser útil a la hora de seleccionar la lista de la compra que llenará nuestras despensas.

 

¿Los productos ecológicos son más sanos?

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productos ecologicos

Creo sinceramente que los defensores de los productos ecológicos tenemos la obligación de promover un espíritu crítico en nuestra sociedad y no acomodarnos en nuestras creencias al más puro estilo sectario. Por este motivo llevo unos día investigando la agricultura ecológica con sus críticas y beneficios y quería compartir mis conclusiones en este blog.

Primeramente, lo más curioso que he encontrado en esta pequeña investigación es que, casi siempre que se critica a la Agricultura Ecológica, detrás hay un defensor de los transgénicos. Así vemos las aportaciones sobre este campo de J.M. Mulet, Pilar Carbonero o Francisco García Olmedo para poner algunos ejemplos. Curiosamente estas personas acostumbran a usar el mismo patrón para desacreditar la agricultura ecológica: no son más sanos, son más inseguros y no son sostenibles, para vendernos después los transgénicos cómo una solución al hambre mundial.

El famoso estudio de la universidad de Stanford, no es más que una recopilación de algunos estudios existentes sobre la temática que no todos (muchos de los cuales los mismos autores consideran que son heterogéneos y limitados en numero por lo que puede haber sesgo) para concluir que los alimentos ecológicos, en general, no son nutricionalmente superiores a los convencionales, aunque comer una dieta ecológica puede reducir la exposición a los pesticidas en productos agrícolas y bacterias resistentes a los antibióticos en productos procedentes de la ganadería.

El equipo informó de una “diferencia de riesgo” del 30% entre los productos convencionales y ecológicos, es decir, consumir productos ecológicos reduce en un 30% el riesgo de contaminación por plaguicidas. Plaguicidas detectables en productos convencionales 38% y en ecológicos 7%.

Y cómo estos niveles se encontraban casi siempre dentro de los niveles permitidos, concluyen que no existe riesgo para la salud y por lo tanto son igual de sanos.

Este estudio ha tenido muchas críticas, incluso dentro de la misma universidad por obviar los estudios existentes que relacionan estos tóxicos con la salud.

En una carta publicada en la revista Annals of Internal Medicine, Benbrook señaló que el equipo de Stanford no había tomado en consideración los extensos datos del Departamento de Agricultura de EEUU sobre el efecto de los residuos de plaguicidas según el número, la frecuencia, las combinaciones de estos y los riesgos asociados a la salud. El mismo autor calcula una reducción en el riesgo para la salud del 94% en el consumo de seis frutas obtenidas de forma ecológica respecto a las obtenidas de forma intensiva con pesticidas.

Este equipo también se olvidó de varios estudios que relacionan los productos tóxicos en agricultura con enfermedades, cómo el estudio de Eskenazi en 2011 que relaciona la exposición prenatal de plaguicidas con una reducción del CI (Coeficiente Intelectual) en los niños o estudio sobre la exposición de animales a los plaguicidas y fungicidas con resultados de respuesta alterada del estrés y tasas de enfermedad incluso en las generaciones futuras.

Sin ir más lejos, Nicolás Olea, investigador de la Universidad de Granada pone de manifiesto la dificultad de relacionar la exposición a estos productos tóxicos con problemas para la salud a largo plazo, sobretodo en los trabajadores agrícolas por lo que aconseja el principio de precaución en los organismos reguladores del uso de sustancias químicas.

Lo que me parece realmente alarmante es que muchos de los compuestos tóxicos encontrados en los productos procedentes de agricultura ecológica, aunque en cantidades muy inferiores a los convencionales, están prohibidos por ésta. Aquí si que tenemos que exigir un mayor control y hacer un poco de autocrítica.

Otro aspecto curioso es que la mayoría de personas que sufren la enfermedad de SQM (Sensibilidad Química Múltiple), consumen productos ecológicos ya que los convencionales les enferman. ¿Cómo se explica esto si no hay diferencia para la salud? Evidentemente esta aportación no tiene ninguna base científica porque, de momento, esta misma ciencia se niega a reconocer la enfermedad. Tendremos que dejarlo para el futuro.

Respecto a los nutrientes son tantos los estudios que reflejan lo contrario que el de Stanford que no sabría por dónde empezar. A modo de ejemplo, en Valencia tenemos la investigadora María Dolores Raigón que ha realizado varios estudios sobre nutrientes en productos ecológicos respecto a convencionales llegando a la conclusión que la concentración de minerales, vitaminas y el nivel de sustancias antioxidantes es mayor en productos procedentes de agricultura ecológica, mientras que la acumulación de agua es menor, lo que les otorgaría un mayor sabor. En el caso de alimentos de origen animal los huevos tienen mayor contenido de proteínas y un perfil graso más adecuado para el consumo humano, la carne de conejo tiene más proteínas y menos grasa,…

Curiosamente estos estudios y muchos más no se han tenido en cuenta en el famoso metaanalisis de Stanford y, lo que es aun más curioso, el aumento de sustancias antioxidantes en productos ecológicos si se encontró pero los autores no lo mencionan en sus conclusiones. ¿Será que consideran que los antioxidantes no son buenos para la salud?

En conclusión, creo que lo más importante es escoger productos de proximidad, que no hayan sido madurados en cámaras de maduración (ecológicos o convencionales), que sean de temporada y que hayan sido tratados de forma ecológica o, en su defecto, con pocos productos tóxicos. Es importante que el consumidor se vuelva crítico en estos aspectos y no dé por hecho que por ser productos ecológicos se cumpla con estas recomendaciones. Cómo ya he dicho, por desgracia, tenemos que hacer un poco de autocrítica en varios aspectos y uno de ellos es que en el mercado existe ya economía verde capitalista que se aprovecha de los principios éticos de este movimiento. En este sentido es importante adquirir los productos en el pequeño comercio, en tiendas especializadas o en cooperativas de consumo dónde la relación con el agricultor es directa.

Los mismos que defendemos la agricultura ecológica tenemos que pedir una legislación que elimine productos nocivos para la salud y el medio ambiente cómo el azufre y el cobre, y un mayor control sanitario.

No olvidemos que este tipo de agricultura es relativamente nueva. Aunque algunos opinen que es la de toda la vida, yo prefiero verla cómo algo nuevo y mejorado que, para nada, está reñida con el progreso y que irá evolucionando y mejorará con la aplicación de nuevas técnicas sostenibles que harán mejorar su rendimiento, seguridad y sostenibilidad. De hecho ya está pasando y hay muchos profesionales cualificados trabajando en este sentido.

Fuentes:

Estudio Stanford: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22944875

Críticas: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3546364/

Críticas y estudios M. Dolores Raigón: http://vidasana.org/noticias-vidasana/a-quien-beneficia-%E2%80%9Cel-desprestigio%E2%80%9D-los-alimentos-ecologicos.html

http://www.juntadeandalucia.es/servicios/publicaciones/detalle/51528.html

Nicolás Olea: http://cts206.ugr.es/produccion-cientifica/

Opinión: http://www.fundaciontriodos.es/es/triodos/noticias/consumo-ecologico/

MARZO

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sembrar en marzo

“Si marzo no hace lagunas, la cosecha está segura.”

HUERTO
Llegan las golondrinas, es época de siembra.
Se siembran y se plantan la mayoría de especies horticultoras. Preferiblemente en luna vieja (alrededor del 19 de marzo, San José)

  • Siembra directa: escarola, zanahorias, lechuga, puerro, rábano, acelgas y remolacha.
  • Siembra en semillero: tomates, pimientos y berenjenas en cajas llenas de tierra y abono y colocadas en un lugar resguardado. Las semillas enterradas a medio centímetro y regar con pulverizador.
  • Plantar: patatas (alrededor de San José) poniendo los brotes hacia arriba en el momento de plantarlos.
  • Trasplantar: los semilleros de principios de invierno ya tendrán tres o cuatro hojas por lo que es el momento de transplantarlos.

TAREAS
Rodrigar los guisantes y poner un espantapájaros. Poner insecticida en los rosales.

VERDURAS Y LEGUMBRES DE TEMPORADA
Ajo blanco, ajo tierno, apio, acelga, brócoli, cebolla, cebolleta, col, coliflor, lechuga, endivia, escarola, esparrago, espinaca, haba, moniato, nabo, guisante, puerro, sésamo, chicoria.

FRUTA DE TEMPORADA
Fresa.